sábado, 12 de septiembre de 2009

A Good Thing, Small Thing

-Verás que lo que nos espera es mucho mejor que lo que tenemos.

Susana desconfiaba de él cuando la expresión de su cara era distinta a la de su alma. Y aunque él pensara que ella dudaba de él porque no le quería, en realidad era porque le quería demasiado.

Habían vivido en la vieja casa de madera durante la mitad de sus vidas. Habían tenido su primer hijo, habían comprado su primer coche, habían conseguido su primer trabajo, y después habían perdido todo esto. Ahora emprenderían una nueva senda que les llevaría a empezar de cero, si es que alguien puede hacerlo realmente.

-Pero no podremos volver a ver el lago nunca más.

Si había alguna razón para vivir en la casa de madera había sido la maravillosa vista que dibujaba un inmenso lago. Allí habían podido patinar muchos años sobre hielo y pescar cuando el deshielo se llevaba el frío invierno.

-Deshacerse de los recuerdos no es traicionar.

Recogieron todas sus vidas y las guardaron en cajitas de cartón. Susana era muy ordenada y meticulosa y trató de no mezclar las tazas con los vasos o la ropa de fiesta con la de sport. Y así había pasado los últimos meses tratando de no equivocarse en clasificar su futuro.

Se despidieron sin mirar atrás. No cerraron la puerta.

Y cuando llevaban unas horas en camino y el sol se estaba comiendo el resto del día, entendieron que ya no podrían volver a recuperar el libro de relatos de Raymond Carver que habían olvidado sobre la mesilla de noche.





2 comentarios:

a smart chimp dijo...

El pastelero tiene razón: en momentos como estos, las pequeñas cosas hacen bien, ya sea comer rollitos de canela calientes o clasifarse los pedazos en cajas de cartón. No hacer es renunciar, resignarse, y como decía Balzac, la resignación es un suicidio cotidiano.
Confiemos que Carver siga editándose por muchos años y siempre puedan comprarse otro ejemplar.

Luna Roi dijo...

Caminaban sobre la nieve de NY, eran jóvenes y tal vez pensaban que podían cambiar el mundo. Pero su deambular no tenía rumbo fijo. Más de 25 años después a él le detuvieron mientras caminaba sin rumbo fijo buscando las huellas que un día dejó en el suelo pensando que podría cambiar el mundo. Aquel policía no le reconoció. Él nunca pensó que pudiera cambiarse el mundo. Es más, se hizo policía para ayudar a que nada cambiara el mundo.