Dos ventrículos nos atan a la tierra,
y los alfileres apuntalan nuestras vertebras.
Aprieta fuerte mi tendón y dime que aún me quieres.
Dejaste tu casa azul,
para vivir en el desierto y poder perdonarte,
cuando no quedaba nada
olvidaste el camino de vuelta a casa,
como Hachiko, el perro fiel de Shibuya.
Se me olvidó besar el teléfono
y apagar tus labios,
me salté el protocolo y la etiqueta
y me comí las sobras.
Y el odio me persigue
en el país donde viven los monstruos,
el odio es un gigante y un cabezudo.
Las mentiras tienen los ojos grandes,
las paredes se derrumban
y los cajones están llenos de pedazos de mí.
martes, 13 de septiembre de 2011
Pedazos de mí
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5 comentarios:
Ey, pedazo de poema. Me gusta esta metáfora del desierto y el camino olvidado. Muy potente.
Saludos.
Te mereces que te persiga el amor (no el odio), que more en tí.
Un gran poema….” el perro fiel de Shibuya” ¡Cómo admiro esa fidelidad!
No dejes de sembrar estrellas. Los que estamos contigo te lo agradecemos.
Un abrazo.
Las paredes suelen derrumbarse Anna
Un beso en el aire
los alfileres, aunque diminutos, son columnas de hormigón
beso
Buen poema. Saludos
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