martes, 21 de octubre de 2008

Llegué tarde

Llegué tarde a todos los acontecimientos en los que se requería puntualidad, incluso a mi entierro. Todos vestían de negro, excepto algún despistado como yo, o algún excéntrico como tú, o algún raro como los dos. Esperaba haberme encontrado con alguien conocido, pero quienes acudieron debían estar muy ocupados en sus vidas, porque bien sabía quien me quería que yo jamás tendría un entierro digno y cuanto menos puntual. Me pregunté dónde estaban los muertos con aura celestial que se supone te encuentras cuando ya eres uno de ellos. Estilo ghost, pero sin el rollo del anillo y la alfarería. Pensé que estarían celebrando otra fiesta, a la que no me habían invitado. O quizá llegaba tarde. Pensé que quizá ahora ya podría emborracharme siempre que quisiera y no tendría resaca nunca más. Porque la muerte es nunca más de todo un poco. Nunca más de trabajar, nunca más de esperar el metro, nunca más de escuchar a tus padres… En el fondo el nunca más tiene también su cara amable y te conviertes en un bebé, con todo el tiempo del mundo, para deambular de un sitio a otro, sin molestar a nadie y sin que nadie te moleste. Porque incluso los muertos están ocupados en sus fiestas, y los vivos acuden a las suyas, y tú llegas tarde a todas, pero nadie se da cuenta nunca. Pero nada de eso te importa en realidad, estás muerto, y los sentimientos y la puntualidad son asuntos de vivos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

'Llegué tarde a todos los acontecimientos en los que se requería puntualidad, incluso a mi entierro. Todos vestían de negro, excepto algún despistado como yo, o algún excéntrico como tú, o algún raro como los dos'.
Sublime. Keep on moving.

Anónimo dijo...

Me quito el sombrero (o boina o bombín) ante usted, señorita.