miércoles, 20 de agosto de 2014
La casa azul
La extraña sensación de culpa. Era a él a quien tendrían que estar aplicando la picana o el submarino. Le tenían que haber agarrado a él y no a ella. ¿Seguiría con vida? En cada recuerdo, en cada latido, su vida. Y cuando salía a la calle a comprar puchos o grapa para soportar la soledad de las noches, miraba los rostros de los transeúntes como si cualquiera de ellos fuera el torturador de Cristina. Y por otro lado, ¿qué ganaría la revolución si él se entregaba? Quizá algún día derrocarían al régimen y podrían encontrarse en la casa azul de la costa. De momento, él sólo se tenía a sí mismo y a sus monstruos. A sus humedades y al mismo. ¿Seguiría ella con vida? La extraña sensación de culpa que le impedía seguir y sin embargo, ¿qué conseguiría entregándose?
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