Marisilla ocultaba bajo el camisón de raso un bebito de cinco meses. Por la noche lo acariciaba con ternura, pasaba horas y horas en vela meciendo su propia barriga, y le contaba cuentos, le hablaba de sus hazañas cotidianas, de sus sueños y aventuras y desventuras.
Por el día lo guardaba bajo sus ropas para volver a ser la niña de doce años que era. Jugaba con sus compañeras del colegio, saltaba a la goma y a la rayuela. Hacía como si nada, como si todo fuera de lo más normal, como si en lugar de dos fuera una.
Unos meses después Marisilla dio a luz al pequeño Mateo. El padre de Marisilla, que también era el padre de Mateo, le puso un lazo rojo atado al pie para evitar el mal de ojo. Después, dijo unas cuantas oraciones con hojas de palqui y quemó tres terrones de azúcar para purificar a la criatura.
3 comentarios:
Qué bueno anita
Enhorabuena por el blog. Es una maravilla. Un saludo.
"Cortito y al pie", como decimos en Argentina...
Me gustó mucho, sigue así!
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