viernes, 6 de junio de 2014

La Jauría y los milicos

A muchos de los perros chicos que paraban por la vereda les faltaban una o dos patas. Los autos iban a todo correr y los perros tampoco se quedaban cortos. Al final siempre alguno salía mal parado y solían ser los perros. A nadie parecía importarle esta progresiva pérdida de miembros. Yo no podía parar de pensar en peluquerías caninas y en tintes de colores para los canes. Y en el fondo, esa era la representación del primer mundo frente a la del segundo o tercero. En esa época me obsesionaban los perros y la muerte del amor y el fin de las cosas o su levedad.  Los perros aullaban por las noches y se mordían en jaurías interminables que duraban hasta el amanecer. Mientras los perros ladraban, nosotros no teníamos ya nada que decirnos y los presos de la dictadura ya no habían vuelto a hablar nada más sobre lo sucedido. Los milicos estaban a la sombra y era algo que todo el mundo sabía. Como la jauría de perros, pero sin hacer ruido.

1 comentario:

Darío dijo...

Y aún encerrados me dan miedo... Un abrazo.