Si alguien ha dejado de creer en el amor romántico, esa soy yo. Y sin embargo, cómo nombrar el estado de locura transitoria que siento por mi gato Putin. Es un amor libre el nuestro, sin imposiciones ni reglas. Porque aunque se llame Putin, es el gato más libertario de cuantos conozco.
Lo mejor de todo es que no necesitamos el doble check de Whatsapp para saber que nos queremos. Somos muy críticos con lo digital. Para nosotros, el amor es mucho más que unos y ceros. Nos ponen los lametones de leche. Para nosotros el amor, el real love, es auténtico y animal y solo con mirarnos a los ojos somos cómplices del amor al que cantaba Lennon. Pero Lennon no tenía ni puta idea de lo que era el amor. Lo nuestro es real.
Sin embargo, Putin no puede acompañarme a París y eso es algo que me aflige a todas horas. No podemos subir juntos a la Torre Eiffel mientras compartimos un rico helado o unos macarons de pistacho, que son sus favoritos. Putin, somos unos incomprendidos sociales, aunque nuestro amor sea libre y animal. True Love.
Putin me mira como si no entendiera nada, pero yo sé que es consciente de todo. Y me ama, aunque los demás no sepan de lo que hablamos.
Ellas, las parejas convencionales, ponen sus candados en el Puente de Pont Neuf, pero sólo porque obedecen a un amor marketiniano de postal parisina. Yo te quiero, mi amado Putin. Nosotros no necesitamos atar nuestro amor a ningún puente.
Somos novios, nos queremos.
2 comentarios:
Muy lindo, me siento igual con mis gatitos :P jaja, saludos.
Joer con putin, y parecía inocente el minino, la tiene en la palma de la mano. Jovencita que es, la botwin, con los años se pierde el romanticismo.
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