Era nuestro primer día de trabajo. No había mucho qué hacer. Sencillamente, era uno de los miles de trabajos de mierda que había en la sección de trabajos de mierda de la ciudad. Empezábamos muy pronto. Nos poníamos unos guantes que nos cortaban la circulación. Cuando nos los quitábamos, a última hora, teníamos los dedos morados. Acabábamos muy tarde. Ese primer día de trabajo, un chico muy guapo, Marc, me invitó a una cerveza al salir. No teníamos mucho que contarnos, ya que no nos conocíamos de nada, así que nos limitábamos a mirarnos a los ojos y a sonreír absurdamente. En algunos momentos, la situación era incómoda, sin olvidar lo que nos dolían aún las manos. Llegó el momento del beso y todo pareció más cálido, hablamos de nuestras familias, de nuestros sueños, de la nouvelle vague y de lo que pensábamos hacer en la próximas vacaciones. Cuando ya no quedaba mucho más que decir, él miró su reloj y yo pillé la indirecta. Cogimos nuestras mochilas y cada uno siguió su camino.
3 comentarios:
Bueno, la verdad es que muchas primeras citas son así...
Besicos
...y muchas últimas, también.
es gélido.
corta.
no se puede ocultar.
(no puedo creerme éste lugar)
ya no me iré.
beso.
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