miércoles, 13 de mayo de 2009

1.000 pedazos


Había escuchado esa canción cientos de veces. Al salir del metro, cuando llegaba tarde al trabajo o cuando se pasaba las horas tirada en la cama mirando a ninguna parte. Se llamaba 1.000 pedazos y hablaba de un corazón que se rompía y que salpicaba toda la habitación. Uno de los cristales entraba en la bota del chico del que hablaba la canción, pero a ella eso le parecía bien porque decía que así le dolería si se iba con otra. Ahora ya no quiere escuchar esa canción, esa ni ninguna. Quiere que pasen las horas y pasen los días y pasen los años y pase la vida entera. Ahora sólo vive de recuerdos y los recuerdos son más dolorosos que lo poco que tiene ahora. Recuerda cuando escuchaba esa canción, y recuerda también que sentía pena, pero era una pena cercana, como asimilada por los resquicios de sus cicatrices. Ahora todo el mundo le dice ¡Escribe! Pero su naturaleza ahora duerme, y ella duerme también y mira las grietas de las paredes, esperando que en algún momento puedan desmoronarse a su lado.

1 comentario:

eme dijo...

Escribe. Escupe pedazos de cristal. Escupe pedazos de corazones rotos.
Y poco a poco. Cuando hayas escupido todo, ordénalo como un puzzle y remiéndate el alma.


Un beso de verdad, de los que ayudan a cicatrizar. Porque sí, la herida se curará.