sábado, 27 de septiembre de 2008

Sus demonios


Le puso una gasa mojada en la frente y trató de aliviarla con vahos de eucalipto. Ella repetía continuamente que él había estado allí, silbando esa cancioncilla estridente y misteriosa. Y he visto sus tatuajes diabólicos, con calaveras de niñas pequeñas, dijo. Es importante, que pase lo que pase, no levantes la voz, podría oírnos, y no se trata de alguien que pierda el tiempo cazando mariposas. Todo el mundo sabe lo que es capaz de hacer, y te aseguro que no querrías verlo. Las cortinas se movían columpiándose de un lado al otro, siguiendo el ritmo del viento otoñal. Pero no había ningún ruido caótico como en las películas de misterio de serie B, normalmente en la realidad no pasan esas cosas, el tiempo no se detiene y de repente alguien aparece entre las tinieblas. Aunque sería divertido, al menos los asesinatos vendrían con preaviso. La mano cuidadora le daba masajes en el pecho y en la espalda también. Pero ni Dios podría calmar todo el miedo que en esos momentos sentía. Estaba segura de que iba a volver. ¡Asesino de niñas!, gritaba. Y seguidamente se escondía entre las sábanas para que nadie pudiera verla. La mano apagó la luz, besó su frente y le recordó que si quería, podría despertar a todos sus demonios, pero que ya nada sería lo mismo.

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