martes, 13 de noviembre de 2007

Despedida

Carlos se había despertado decidido a hacerlo. Había ensayado los pasos oportunos delante del espejo y después de todo se había dicho “tampoco es para tanto”. Carlos llevaba con Ulía cinco años, siempre les había ido bien, eran la pareja perfecta decían todos los que los conocían. Ni una sola infidelidad, muy pocas peleas, un perro y una casa lujosa en el centro de Madrid. Él le había dedicado muchos de sus trabajos, y ella había escrito canciones para él. Sus trabajos artísticos se habían entrelazado de tal forma que formaban parte de una obra común. Sin embargo, el tiempo había hecho mella, y la rutina había calado a Carlos hasta los huesos. Miraba a Ulía y ya no le parecía tan guapa, ya no se fijaba en su dulce sonrisa, sino en los restos de comida que tenía entre los dientes después de comer. “Lávate los dientes, por favor”, le decía.

Había estado ensayando largo y tendido porque tenía la certeza de que eso no iba a ningún lado, y para ello había reservado una mesa en un caro restaurante. Él llegó antes que ella. Encendió un cigarrillo. Miró a su alrededor. La gente parecía contenta. Las parejas se abrazaban y besaban y comían y bebían sin parar. De repente se estremeció, pero sacudió la cabeza y se dijo “no pasa nada, lo tengo claro, no te dejes enternecer por cursilerías de todo a cien”. Miraba fijamente al cenicero cuando Ulía ya casi estaba sentada frente a él. Estaba deslumbrante, sus mejillas sonrosadas le daban un toque de niña traviesa y dulce al mismo tiempo. Desde que llegó no paró de hablar, que si había tenido un día muy duro, que si a ver si iban a ver la última de Scorsese, que tenían que ir a la compra…Carlos intentó interrumpirla, pero no pudo, ella tenía algo muy importante que decir.

-¡Estamos esperando un bebé!-, gritó con euforia.

Carlos se quedó estupefacto y no supo que decir. De momento dejaría para otro día lo que tenía que decirle.

2 comentarios:

Miguel Venegas dijo...

Me gusta, me gusta mucho. Aunque con dos correcciones: 1.- Ulía es un nombre feísimo. 2.- En los restaurantes ya no se puede fumar.
Por cierto... el abandono es un tema traumático... procura sonreir sin miedo.

Anónimo dijo...

1.- ¿y para qué estamos aquí si no es para tratar hechos traumáticos?
2.- El nombre de Ulía ganaría si fuera Ulia (sin acento)
3.- En los restaurantes a los que yo voy sí que se puede fumar
4.- ¿Qué cojones sería un abandono sin el cigarro de después?