El olor a torta frita impregnaba la rambla montevideana del comienzo de verano. En esa primera vida mía que yo tuve creía que el amor caminaba a mi lado y no me importaba que las balas vinieran de frente.
Un día que iba al laburo o trabajo, encontré a un joven tirado en el piso. Me pedía plata, lo que tuviera sería suficiente. Yo le di unos cuantos pesos, ya que tenía lo justo para comer ese día y subir al ómnibus. Cuando se lo di, él me apretó fuerte la mano hasta que llegué a sentir miedo y dolor a partes iguales.
-Ni toda la plata del mundo podrá comprar a Dios. Y sólo él puede salvarme.
3 comentarios:
Perturbador apretón...
Preciosa perturbación.
Es compliza y testiga la madrugada de mis comentarios en los blogs que me buceo
Es hermosa tu escritura,dulce y masticable,sabrosa y enjundiosa
Al final es que siempre pongo lo que me viene.Bueno Ana,ya me voy,es muy bonito este rincón tuyo si que si ^^
Gracias guapa
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