jueves, 2 de enero de 2014

Házmelo despacio


Y hacía un frío terrible en la vera del río de la Plata y los dos nos dejábamos llevar por los vientos del sur. La grapamiel, la serotonina, el faso, los cortocircuitos y los neurotransmisores vagos. Todo eso ayudaba a darnos un respiro en las noches oscuras de humo y Candombe salvaje. 

-Házmelo despacio.

Humedad en nuestros cuerpos desnudos, descubrimiento de líneas imperfectas y mordiscos en las cicatrices. Y esa fue la última vez. Después de eso, coge el dinero y corre, los aparatos de constantes vitales, pies de cristal, morfina y cintas de vídeo. 

Pasaron unos meses.
Y la noche llegó y nos dejamos llevar, como esos barquitos de papel en la orilla.
Todo lo que vino después se puede resumir en un corazón que se siente ayudado de la química necesaria para soportarlo. 

No puedo 
No puedo enamorarme
Muero antes de enamorarme
No puedo enamorarme. Fin

Le miro a los ojos y busco trampas ocultas. Estoy tan aterrada como un pingüino en un ascensor. Los que huyen son cobardes y tienen piernas fuertes. 
Me quedo. Te lamo el ojo. Los neurotransmisores hacen de las suyas y no me acostumbro a este estado de psicosis colectiva y besos furtivos. 


-Házmelo despacio




4 comentarios:

Pez Susurro dijo...

si...tienen piernas fuertes.


Wow.

Beso.

Norma dijo...

Wooooooooooooooooooooooooooo Precioso.

Igor dijo...

Y te leo despacio, Ana.
Besos furtivos hasta en los rincones.

Nacho Sánchez dijo...

No te escondas más.