miércoles, 2 de febrero de 2011

Rompiendo las olas

Estaba en la esquina de la piscina de agua caliente, con su gorro azul cielo y su bañador de la temporada del 84. Y miraba al infinito como queriendo sacar algo de allí, pero sin mucho éxito. En ese mismo agua, años atrás, el cabello de su mujer había salpicado la superficie por última vez. Espigas doradas recorrían el agua y se movían realizando movimientos acompasados. Mira el lugar preciso del fallecimiento de su esposa, y en realidad no siente mucho más de lo que siente a las 11, a las 12 o a la 13. Un balón perdido de un niño golpea su cabeza, y le desvía por un instante de su sentimiento de muerte y fin y desesperanza y suicidio. No muchos segundos después, sumerge la cabeza en el agua hasta que sus pulmones comienzan a encharcarse. Es entonces cuando aparece el socorrista y la gente se agolpa a su alrededor mirándole, quitándole el aire, gritando su nombre y dando veredictos. El gorro azul cielo flota en el agua, el niño del balón rojo se acerca y lo coge "Papá, es del señor muerto". Al señor muerto se lo llevan en camilla, pero no está muerto, en realidad sigue vivo y sigue sintiendo y sigue pensando que después de todo no lo hizo del todo bien. Y mira el reflejo del agua, por última vez, donde un día hubo espigas doradas serpenteando la superficie.

3 comentarios:

Miguel Ángel Maya dijo...

...Muchas gracias por tus visitas, Ana: yo también llevo tiempo pasándome por aquí (aunque quizás nunca me haya presentado)...
...Me gusta mucho este sitio...
...Besos...
;-)

Igor dijo...

Qué historia tan triste, y tan bien contada. Admirable la síntesis termonuclear del relato. Creo que es algo muy difícil.
"el señor muerto". La imagen del niño es brutal. Dos vidas contadas en un plis-plas. ¿Qué es lo importante?
Me queda la duda.
Besos.

TORO SALVAJE dijo...

Jo.
Que pena más grande.
Lo has escrito muy bien.

Besos.