viernes, 25 de abril de 2014

En mi primera vida

El olor a torta frita impregnaba la rambla montevideana del comienzo de verano. En esa primera vida mía que yo tuve creía que el amor caminaba a mi lado y no me importaba que las balas vinieran de frente.
Un día que iba al laburo o trabajo, encontré a un joven tirado en el piso. Me pedía plata, lo que tuviera sería suficiente. Yo le di unos cuantos pesos, ya que tenía lo justo para comer ese día y subir al ómnibus. Cuando se lo di, él me apretó fuerte la mano hasta que llegué a sentir miedo y dolor a partes iguales. 

-Ni toda la plata del mundo podrá comprar a Dios. Y sólo él puede salvarme. 

3 comentarios:

Darío dijo...

Perturbador apretón...

Canichu, el espía del bar dijo...

Preciosa perturbación.

Guille dijo...

Es compliza y testiga la madrugada de mis comentarios en los blogs que me buceo

Es hermosa tu escritura,dulce y masticable,sabrosa y enjundiosa

Al final es que siempre pongo lo que me viene.Bueno Ana,ya me voy,es muy bonito este rincón tuyo si que si ^^

Gracias guapa