jueves, 10 de enero de 2013

Pulp


Y es en ese instante cuando empuño el arma,  miro su sudorosa cara de patrón caído, de persona arrastrada por sus propias miserias, de dientes negros carcomidos por su propia codicia. Veo su cara, la cara vacía de quien abusó del tiempo y de los hombres, y de las mujeres y de sus hijos y hasta de sus abuelos. Me tiembla la mano. A él le tiembla la risa, mientras mancha su bigote con un café matutino y lee alguno de esos estúpidos periódicos fascistas. Pero las risas pueden durar los segundos de un disparo. Sin más dilación comienzo a apretar el gatillo.
-Señorita Suárez, no olvide guardar sus informes.
Ahora soy consciente de que soñar despiertos es una excusa para no sentirnos solos, para que la realidad no nos asfixie, para que realmente seamos lo que las miserias no nos permiten ser. Le habría matado si no hubiera abierto la maldita boca. Tendré que hacerlo en otro momento, pero el tiempo se acaba, y él sigue riendo sin parar, riéndose de su propia existencia, de su propia avaricia, de todos nosotros. Maldita sea, tuve que hacerlo antes.
Y ahora que no queda nada, guardo la pistola entre mis piernas, me pregunto si llegará el momento en el que seamos libres. Me pregunto si llegará el momento en el que dispare sin miedo. Ese momento en el que la vida deja de existir para ninguno de nosotros dos. 

2 comentarios:

Carmen dijo...

“… la cara vacía de quien abusó del tiempo y de los hombres,…” Cuántas vemos!!!
2…llegará el momento en el que seamos libres….”LLEGARÁ. Y encontraremos en nuestro caminar personas que nos abran las puertas y no nos la cierren cuando vayamos a entrar, y que lleven nuestro mismo vuelo sin priorizar la mediocridad. Llegará. Un abrazo

@golivon dijo...

UAUUU. Corto, conciso y da para un libro. ¡Genial! Buscaré tiempo para seguir viendo este blog.