martes, 18 de enero de 2011

A passenger 2.0.

Eras hermosa como la dificultad de respirar en un
cuarto cerrado.

Vicente Aleixandre


Le gustaban demasiado las drogas por aquella forma que tenían de calmarme el cerebro, las dudas y los miedos. Era capaz de salir de casa y comprar una barra de pan sin meterse en un atolladero. Ahora que se encontraba en un país extraño, donde no sabía muy bien dónde se encontraba en cada momento, ni lo que nadie le estaba diciendo, en realidad se sentía como en casa, solo e incomprendido pero con un bonito paisaje que admirar.
Lo único que no le gustaba demasiado de su nuevo país, era tener todo el tiempo lluvia en los ojos y un mapa mojado en las manos.
Cuando llegaba a su pensión, cada noche, ebrio y desconcertado, la casera le preguntaba cómo había ido el día de hoy. Él se encogía de hombros y subía los escalones, a duras penas, para encontrar lo antes posible cobijo en su cama y no tener que inventar explicaciones para nadie.
Su madre seguía esperándole en su país de origen, con el té humeando y las pastas recién compradas y le llamaba para ver si se pasaba a verle un ratito. Cuando él negaba, ella repetía cien veces que seguro que la culpa la tenía alguna extranjera que querría sacarle los cuartos.
Lo cierto es que él no confiaba demasiado en su éxito sexual y si había llegado hasta allí no era ni mucho menos por sus ansias sexuales, sino más bien por la carencia de éstas. Quería sentirse en casa, no pensar demasiado, y si las circunstancias se lo permitían, no pensar en nada.

3 comentarios:

Igor dijo...

O, qué triste.
Que deambular perdido, entre extraños. En una pensión tan parecida a todas...
Saludos.

Layla dijo...

brutal tu texto y la cita de Aleixandre..

besos

Anónimo dijo...

Es la segunda vez que encuentro en una autora joven una referencia a Aleixandre, sí supieras la ilusión que me hace.

En cuanto al relato no me ha sido nada difícil leerlo porque le he sentido dentro desde la segunda línea, más que nada (además de la calidad, claro) porque me ha encantado como dibujas la tristeza y la soledad.

Describes a una persona a la que podemos ver a diario en cualquier ciudad o en cualquier esquina, deambulando a solas o perdida en sus pensamientos, sus dudas, sus improbables sueños, son esas personas que a veces nos quedamos observando porque nos producen una incierta ternura y les inventamos una vida durante los pocos segundos en los que se cruzan en nuestras pupilas.

Todo esto me ha dado tiempo a sentir en tres pequeños párrafos; “lluvia en los ojos”, qué bonito, me ha gustado mucho.