viernes, 13 de agosto de 2010

She dances


Tu casa olía a orín y tu padre solía esconderte en ese armario en el que pasabas varias horas callada, sumisa a él. Yo me quedaba fuera, muy callada también, escuchando el sonido de mi respiración e intentando escuchar el tuyo. Pero no oía nada y a veces pensaba que te podías haber ido lejos, donde se había ido la abuela de vacaciones.
¿Dónde estabas?
Estaba ahí, justo al lado. Te estaba saludando con la mano.
Ah. No te veía.
Eso es porque no estabas mirando hacia el sitio adecuado.
Después ella se fue, folló con un montón de chicos, volvió y se volvió a ir para no volver. Cogió su vieja mochila de cuero raído y sucia y sus zapatos de tacón de princesa de viernes. En el barrio criticaban su descaro, aunque otros decían que era lo normal, dadas las circunstancias. Yo me iba y trataba de recibir una bocanada de aire fresco ajena a tanta miseria y vulgaridad. Notaba el viento golpeando mi cara e imaginaba que ese viento era el mismo que estaría entrando por su habitación en algún motel sucio de carretera. Y entonces sonreía, porque por fin estaba mirando al sitio adecuado.


Robert Mapplethorpe

1 comentario:

Belén dijo...

A veces hay que salir fuera para volver y no querer pisar la calle...

Besicos