domingo, 30 de mayo de 2010

Las corbatas de papá

Sola.
¿Puede alguien recoger lo que queda de mí?
No quiero tus malditas vacunas, no quiero el vademécum, no me enseñes a vivir. La química mata.
Ponte las horquillas. Dice mi padre desde el quicio de la puerta. Pero se las he clavado a mi muñeca favorita, porque lloraba y nadie le hacía caso. Las corbatas de mi padre siempre son perfectas, y a veces me deja deshacer el nudo. Mamá se las plancha y se encarga de hacerle el nudo. Luego se besan, él se va y ya no vuelven a verse en unos días. Mi madre llora todos los días, lo hace en silencio, pero yo la escucho porque mi habitación está pegada a la suya. Y entonces cierro los ojos, dónde he dejado las malditas horquillas, dónde he puesto las malditas horquillas y me quedo dormida mientras repito esa estúpida frase.

2 comentarios:

Belén dijo...

Quizá las parejas chuten así, pero por dios... si hay niños mal tema...

Besicos

Igor dijo...

Cuánta, cuánta melancolía de un mundo feliz, que quizás tiempo atrás sí existió y por eso se sabe de su presencia.
Intentaré no plancharme las corbatas.