Quizá sí, quizá cortó los extremos de su camisa y le dejó hecho un guiñapo. Quizá sí, quizá se lo merecía, porque nunca había hecho la cena en los últimos diez años y siempre había confundido los días impares con los pares y le había llevado a la ópera, cuando sabía que a ella lo que realmente le gustaban eran los shows transgresores y políticamente incorrectos. Comenzó por las mangas, pero no le dejó cuello. Era su camisa favorita, se la había regalado su madre las navidades pasadas. Pero ella la odiaba y creyó que así le daría un aire nuevo, francamente más moderno, más adecuado para él. Quizá en el fondo sea una forma de acercarse a él, de formar parte de él, de crecer a su lado. Quizá sepa lo que está haciendo y no lo deteste tanto como su manera de callar cuando ya está todo dicho, cuando la llave ya está echada. Quizá no sea tarde para comulgar los domingos, para montar en carroza por Versalles, para limpiar los zapatos de los sábados. Ha arrancado los botones y se los está cosiendo a un osito al que le faltaban los ojos. Quizá no haya terminado aún la partida.
Nota. Esto es sólo ficción, no guardes tus camisas en el cajón.
4 comentarios:
Ansiosa por leer la segunda parte, espero q la haya! Sobretodo, me gustaría oír la opinión del osito, ahora que ve el mundo con otros ojos ;)
Un besito!
Nunca he guardado mi ropa en cajones, jajaja. Llevo ventaja, entonces.
Muá.
Quizás mejor utilizar jerseys...
Ahora el osito podrá ver :)
Publicar un comentario