Distraída, pero segura había empezado el día la protagonista de hoy, de la que sólo vamos a contar que se disponía a encontrar su primer puesto de trabajo. Su padre le había dicho, hija mía la cosa está muy mal, estudia mientras puedas. Su madre que estuviera en casa, que nada le iba a faltar. Sus hermanos, bueno, sus hermanos estaban ocupados en otras cosas. Pero ella se puso la camisa más nueva que encontró y los pantalones más discretos que podía tener en su armario. Iba repasando lo que tenía que decir. Hola me llamo (como quiera que se llamase, los nombres son lo de menos) y creo que sería la más indicada para desempeñar este empleo. Tocó la puerta. No escuchó nada. Decidida, como es la protagonista de hoy, abrió la puerta. No había nadie dentro. Se aseguró de haber llegado a la hora, no era la primera vez que llegaba tarde a los sitios, pero esta vez no se había equivocado. Por detrás, una mano la cogió suavemente. Hola. Dijo la voz de la mano. Ella se sobresalta, pero no tira la toalla, se lo ha aprendido todo de memoria. Sin la voz decir nada más, ella suelta su discurso. Ni siquiera le mira a la cara, ni siquiera sabe quién es. Pero no lo estima necesario en estos momentos, la protagonista de hoy, para decir todo lo que tiene que decir. Muy bien, dice la voz. Pero no es conmigo con quien tienes la entrevista y la persona con la que te citaste no ha podido asistir. Ven mañana. Joder, piensa ella para sí, si esto va a ser así siempre, quizá tengo razón mi padre y deba seguir estudiando, o mi madre y deba seguir en casa hasta que la cosa deje de estar tan mal. Mientras tanto, y ya pensará en esto más adelante, va a quedar con su amiga…tampoco importa el nombre de esta amiga, y van a hablar de eso tan urgente e importante que tiene que contarle.
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