Richard creía ser una libélula a veces y otras veces un cangrejo de río.
La maestra de la escuela le decía a su madre que ese niño no estaba bien,
que tenía demasiada imaginación para tener escasos cinco años.
Richard saltaba y saltaba sin parar, porque su imaginación desbordaba su cuerpo
de niño.
Un día en clase no quiso sumar ni restar, ni siquiera leer ni pintar, y la maestra le
preguntó a qué se debía tal comportamiento.
Richard encogió los hombros y dijo:
-Porque las libélulas no suman ni restan, sólo saben volar, por eso yo sólo vuelo.
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