martes, 9 de septiembre de 2014

Ramón y su amor

Si hay algo que podías regalarle a Ramón para hacerle feliz en cada cumpleaños, reyes, papá nöel, amigo invisible, despedida, bienvenida... era un llavero. Ramón vivía por y para los llaveros.
Y cuando le visitabas, entonces no te quedaba más remedio que ver absolutamente todos los absurdos llaveros que llevaba guardando desde el comienzo de los tiempos. Y lo peor de todo es que eras cómplice de esa situación, nadie había sido capaz de tratar de frenarle en sus obsesiones y decirle que quizá tenía un pequeño gran problema o un gran problema por muy pequeño que pudiera parecerles. 
Ramón ordenada sus llaveros por tamaños, por años, por colores, por nacionalidades... era un bibliotecario de sus reliquias. Pero hubo un día en el que alguien, aún desconocemos su identidad pero se está investigando, o eso es lo que dice el FBI de Móstoles, robó toda su colección.
Cuando Ramón se despertó de la siesta, lo primero que hizo fue ir al baño. La mayor parte lo hizo fuera, como cada día, y se dirigió al salón con los calzoncillos salpicados. En el momento en el que subió la vista hacia la vidriera donde se supone debía estar su colección, comenzó a sentir que le faltaba el aire... como ese día en el que el Atleti perdió contra el Madrid por tan sólo unos segundos. Pero multiplicado por cien. Gritó, gritó fuerte, como si así pudieran oírle sus reliquias, estuvieran donde estuviesen. Gritó fuerte, rompió vasos, platos, más platos...Se derrumbó y lloró como cuando Paco Sancho le hizo comerse sus propios gusanos de seda en 3º de EGB. 
Mientras miraba la puerta, con la cabeza más fuera que dentro y las ilusiones más muertas que otra cosa, a punto de entrar en shock como quien le llora a un muerto, vio el llavero puesto en la cerradura de la puerta de casa. No todo estaba perdido, todo podía volver a empezar de nuevo, si trabajaba duro sólo tendría que dedicar la mitad de su vida para volver a reconstruir la otra mitad. Sacó las llaves de la cerradura, besó a la torre Eiffel, la agarró fuerte y prometió no perderla nunca en lo que le quedaba de vida. Serían inseparables, pasara lo que pasase. 

2 comentarios:

Darío dijo...

Mi talismán es un llavero, un precioso llavero venido de lejos. Por eso entiendo a Ramón...

Julian H. dijo...

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