lunes, 20 de junio de 2011

Gritos del silencio

Empecé a sentirme mal, no como siempre, sino realmente mal, con una mezcla entre alfileres y estómagos vacíos. El avión despegó demasiado pronto, tan pronto que no hubo forma de cerrar las maletas y llegó demasiado tarde, tan tarde que no dio tiempo a abrir los ojos.
-¿Eres un replicante?
-¿Crees que si lo fuera te lo diría?
-No, supongo que no.
Quiso darme un beso, pero yo me aparté avergonzada. Tenía miedo de sentir la frialdad de sus labios tan de cerca. Tenía miedo de que la maldad pudiera contagiarme. La maldad es una enfermedad incurable, como el amor, y nosotros somos sus siervos. Bien sabes que mamá no me programó para esto. Los tiovivos giraban despacio, a veces hacían ruido, era ensordecedor y extrañamente cómico. A veces los niños desaparecían y la ciudad pegaba carteles por todas partes, pero todo parecía indicar que se los había tragado el silencio.

1 comentario:

Igor dijo...

Nada mal esta batería de reflexiones y proclamas. Como esa vieja peli, Tan lejos, tan cerca.
Saludos.