viernes, 15 de febrero de 2008

Días de verano

Cogíamos renacuajos en un cubo de plástico y los llevábamos a casa. El agua del río estaba tan fría que había quien murió esos días de un corte de digestión.
Por las noches mirábamos la luna, y nos imaginábamos todas las personas que la habían mirado antes, en alguna trinchera, a punto de morir, en la orquesta de un pueblo, a punto de enamorarse. Pedíamos nuestros deseos, tres en total, y después cerrábamos los ojos fuertemente para que no pudieran escaparse. Esos días de verano olían a paz y tranquilidad, a agua dulce y toallas mojadas. Fumamos nuestro primer cigarrillo y escupimos ceniza, nos disfrazamos de mujeres mayores y dimos calabazas por primera vez. Desde esta mesa donde hoy escribo los echo de menos, miro a la luna y pido que regresen de nuevo.


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