Una vez fui pescadera. Yo tenía un contrato de azafata de mariscos y pensé que podía ser divertido. Tenía 18 y mucha necesidad. Finalmente tuve que aprenderme la diferencia entre una nécora, un buey de mar o un centollo. Llegaba a casa oliendo a mar y con las manos cortadas en mil pedazos. Después de todo eso le conté a un cabrón mi historia y él la contó en algún talk show como si fuera suya propia. Una vez un guionista y escritor me dijo "no somos genios, solo ladrones de frases".
No sé si en algún momento las piezas volverán a encajar de nuevo. Pero empiezo a perder la paciencia. Veo niños por todas partes y madres que hablan de sus niños a todas horas y eso me enfada. Comparan entre sí las experiencias de unos y otros, las horas de sueño, los kilos que van pesando y así va pasando la vida entre aniversarios, pañales, cacas y dientes. Veo la televisión y quiero comprarme un arma, pero en la teletienda no las venden. AÚN. Y así pasa la vida, peleando por un trabajo de mierda, mientras no hacen más que cagarte encima y todo el mundo mira hacia otro lado para que no les salpique. El camino de baldosas amarillas ya está privatizado y Dorothy está en la cola del paro, como todos los demás, y reza, y grita y busca al hombre de hojalata pero se encuentra con un madero que le agrede, le toca un pecho y todavía parece que tienes que darle las gracias. No sé si en algún momento las piezas volverán a encajar de nuevo, pero mientras tanto pongo la televisión y veo la teletienda.
1 comentario:
A mí lo de tener que seguir un camino, por muy en baldosas amarillas que esté, siempre me ha echado un poco para atrás. Al margen del camino de baldosas amarillas hay senderos que podemos hacer nuestros, aunque no lleven al mismo lugar. Hay mucho más por descubrir que la Ciudad Esmeralda. Los caminos prefabricados, para gente prefabricada ;-)
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