sábado, 11 de abril de 2009
Quien no se consuela...
El humo que desprendía la tila que acababa de calentarse antes de acostar, le recordaba que estaba viva, aunque muchas veces pareciera todo lo contrario. Es al menos lo que le había dicho la amiga vidente de su madre, y desde entonces no había hecho otra cosa que preocuparse por la barrera entre la vida y la muerte y los significados de ambas, sin llegar tampoco a servirle de nada y desde luego sin llegar tampoco a ninguna conclusión que pudiera aliviarla en este dilema. De momento pensó que tomarse esta infusión formaba parte de estar viva y ducharse con agua fría y masaje anticelulítico con hierbas suizas después también contribuiría a lo mismo. Los ataudes, cementerios y góticos eran más bien del lado de los muertos, y no quería verlos ni en pintura, a pesar de que su hermana se pasara el día pintando gárgolas en todas las posiciones habidas y por haber. Le acababan de despedir del trabajo, aunque habían alegado que se trataba de una trabajadora brillante, con mucho futuro por delante, y que en el fondo era una manera de dejar libre a la estrella que estaba a punto de brillar. ¡Y un huevo! había pensado en ese momento, después de lo cual decidió despedirse de la empresa con un monumental desnudo en señal de protesta, que desde luego a muchos lejos de fastidiarles el día, les sirvió para mojarse la entrepierna con el café, y dejarles con la boca abierta durante unas horas. Ahora había decidido que en realidad éste y todos los demás momentos negativos que estaba viviendo, eran pequeños castigos que para lo que realmente servían era para sentirse viva, y así poder ir aprendiendo, poco a poco, sin pasarse, la verdadera diferencia entre la vida y la muerte. Y es que, si hay que sacar una moraleja de todo esto, y la voy a sacar ya que para eso estamos, es que quien no se consuela es porque no quiere y quien quiere, tampoco le sirve de mucho.
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