-Niña ¿quieres montar conmigo en el tren del terror?
Ella se encoge de hombros, no ha probado emociones fuertes más allá de montar en trineos y cerrar los ojos muy fuerte cada vez que escucha Nirvana y buscar una aguja en un pajar cada domingo en su habitación.
-Prometo no hacerte nada La verdad es que ella tampoco ha pedido lo contrario, pero está bien dejar las cosas claras desde el principio. Se dan la mano y entran por la puerta del tren del terror. Una mujer vestida de demonia cansada les sonríe con cara de complicidad adolescente. Ella aprieta aún más fuerte ahora que sabe donde se está metiendo.
-Es muy guay, si tienes miedo abrázame.
Ella mira hacia otro lado tímidamente y desea que esto empiece y acabe cuanto antes, para que llegue el momento decisivo lo antes posible.
-Me gustan tus ojos
Dice él entre la mujer de la guadaña y una zombie enfermera. Es entonces cuando ella le abraza, muy fuerte, aunque no sabe muy bien por qué, pero tampoco parece preguntárselo demasiado.
Salen del túnel después de despedirse de Krueger y darse un beso fugaz y hasta esquivo si no se tratara de dos adolescentes ansiosos y enamorados del amor, y quedan en volver a verse algún día de estos.
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