viernes, 10 de octubre de 2008

Armarios y genes

No es que no te quiera, es que te quiero demasiado. Le dijo, en su última carta de amor, con ausencia de lágrimas y de animales muertos a lo Pete Doherty. Era suficiente con eso, sabía que no conseguiría nada a cambio, pero necesitaba hacerlo para poder conciliar el sueño. La conciencia no le permitía avanzar. Sus escarceos amorosos habían sido bastantes como para recibir algo a cambio, y lo peor de todo es que sabía que eso continuaría siendo así. En la prensa se hablaba de un gen que determinaba la infidelidad en los hombres. Lo tenía, ese era el problema. En su carta, apuntó eso también, por si servía de algo. Entre línea y línea se iban paseando Clara, con sus modelitos de Louis Vuitton, Marta, con sus clases de tenis y minifalda a lo Kournikova …Concéntrate, se dijo. Ella es especial, sólo tengo que centrarme. Continuó pidiéndole que se fuera a vivir con él, que esta vez se comprometía a cederle un espacio en su cama, siempre y cuando respetara el orden de sus libros, sus películas y especialmente, sus trajes. Esbozó una sonrisa, y pensó que con eso la conquistaría, sería más que suficiente. Finalmente se despidió “con un abrazo fuerte y muchas ganas de verte y de que vuelvas a mi vida, te quiere, Hugo”. Al meter la carta en el sobre se dio cuenta de que aún no podía mandarla, tendría que esperar un día más, ya que al día siguiente había quedado con la maravillosa Sofía y se trataba de una cita que jamás podría rechazar.


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